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martes, 29 de junio de 2010

Quiero finales abiertos, para eso pagué.

Se abre el telón, el show va a comenzar.
¿Dónde está el público?
¿Dónde están mis aplausos?
¿Qué pasó con la escenografía?
¿Qué pasó con el teatro?
¿Qué pasó... qué pasó conmigo?
Lamento informarte mi querida ilusión que la función terminó hace rato y que tu retirada fue tan o más triunfal que tu entrada...una entrada que hiciste en un teatro vacío, sin cortinas, sin ruido. El guión quedó en el olvido, y el vestuario era de guerra. Diste paso a la comedia, la tragedia y la mentira, y le pusiste de adorno un listón de fantasía. Decoraste aquel terreno de arte con telas de envidia, y el escenario tenía los tablones de la incertidumbre. Compartiste protagonismo con tu ego y avaricia, director nadie mejor que tu propia sonrisa.
Todo esto quedó atrás cuando nadie pudo alimentarlo... mi fiel amiga, sin público nada es lo mismo. Sin público le haces frente al espejo vos solo. Sin público, el reflejo duele más.

(Aquellas cosas que debemos enfrentar solos nos hacen merecedores de mejores finales. Y aquellas cosas que debemos enfrentar junto a otros nos hacen merecedores de contención y miedo... La soledad no es la solución, pero solo uno mismo puede darle caza a sus propios demonios. Solo uno mismo)

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