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lunes, 29 de noviembre de 2010

Me pregunto si lo que veo es real, si los colores que percibo son los que realmente hay. Me han educado con los brillos, los matices, y en el camino fui agregando mi toque, mi contraste, los colores que me guiaron y que avivaron la imaginación. Por qué no ir por la vida pintándome un paisaje, por qué no ir por la vida pintando la vida misma. Es difícil caminar al lado de quien no piensa hacerlo, tal vez nadie le explicó que colorear no es un sueño, como aquel que tienen los niños al tomar su crayón, creyendo que sus dibujos tomaran vida de noche y armaran un carnaval por la madrugada, un sueño de trazos que para el resto del mundo no tiene sentido ni coherencia, pero para el niño es un baile de creencias. A veces creo que el cielo está dibujado y en mi locura, me pregunto quien fue el artista que con empeño lo sigue elaborando. Mi alrededor, mi espacio, mi ser, dibujado por alguien que definitivamente no tenía nada más que hacer pero, aún así, puso empeño y guió su mano como nadie lo ha logrado. Sigo pensando, acá desde mi ignorancia hacia la vida misma, que es un deber darle valor a mi mano, que es más que una obligación seguir dibujando.

[Será que escribe una persona que encuentra en el arte un mundo más allá de lo humano]





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